O sea, el Quinteto de Tomatito. Es decir, flamenquito del bueno, si, en Washington D.C., espectáculo que abre el Octavo Festival de Flamenco en DC, en el GW Leisner Auditorium
A mi no me gusta especialmente el flamenco, lo he de reconocer. Creo que sé apreciar el nivel de destreza de alguien que toca la guitarra como la toca Tomatito. Es algo que está reservado a muy pocos, pero mi oído musical, parecido a una tabla de planchar, es incapaz de saborear todos los matices. En temas musicales, soy algo más primitivo, me va más el ritmo que la melodía, y entiendo mucho mejor sonidos más primarios y menos elaborados, suelo apreciar mucho mejor la percusión por ejemplo.
No es de extrañar entonces que me uniese al júbilo del público local ante la actuación, durante parte del espectáculo, del bailaor José Maya. Me hizo despertar de mi letargo (lo siento, ya he dicho que el flamenco no es lo mío), y su despliegue de movimientos descarnados y zapateados en constante tensión y ritmo in crescendo me cautivaron tanto como a las dos histéricas que tenía detrás y que no dejaban de gritar como si estuviesen en un rodeo, yiiiii-haaaaaaaaaa!! (que conste en acta que yo sólo aplaudí).
Me sorprendió la cantidad de gente que había, no cabía ni un alfiler, la entrega del público sobre todo ante el baile, y que es el octavo año que se celebra este festival en Washington, lo que quiere decir que gustar, gusta y mucho. Además de Tomatito, dicen los entendidos que el resto del programa es muy bueno, a mi me satisface que exportemos cultura y que tenga éxito, aunque cuando ví en el folleto el logo de la SGAE casi vomito.
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